sábado, 29 de agosto de 2009

Porque vale la pena releer...

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No me interesa saber a que te dedicas.
Quiero saber que es lo que añoras y si te atreves a soñar o alcanzar lo que tu corazón ansía.

No me interesa saber que edad tienes.
Quiero saber si te arriesgarás a parecer un loco por amor, por tus sueños, por la aventura de estar vivo.

No me interesa saber que planetas están cuadrando tu luna.
Quiero saber si has tocado el centro de tu propia pena. Si has estado abierto a las traiciones de la vida o te has vuelto marchito y cerrado por miedo a más dolor.

Quiero saber si te puedes sentar con dolor, tuyo o mío, sin moverte para esconderlo, diluirlo o arreglarlo.

Quiero saber si puedes estar con alegría, tuya o mía, y si puedes danzar libremente y dejar que el éxtasis te llene hasta las puntas de los dedos de tus manos y de los pies, sin advertirnos de ser cuidadosos, ser realistas o recordar las limitaciones del ser humano.

No me interesa si la historia que me estas contando es verdad, quiero saber si puedes desilusionar a otros por ser sincero contigo mismo, si puedes resistir la acusación de traición y no traicionar a tu propia alma.

Quiero saber si puedes ser fiel y por lo tanto confiable.

Quiero saber si puedes ver la belleza hasta en los días feos, y si puedes nutrir tu vida.

Quiero saber si puedes vivir con fallas, tuyas o mías, y todavía pararte en la orilla del lago y gritar a la Luna Llena: ¡Sí!

No me interesa saber donde vives, ni cuanto dinero tienes. Quiero saber si te puedes parar después de una noche de pena y desesperación, débil y moreteado hasta los huesos y hacer lo que necesita estar hecho.

No me interesa saber quien eres, ni porque estas aquí. Quiero saber si te puedes parar en el centro del fuego conmigo sin encogerte.

No me interesa donde, qué o con quien has estudiado, quiero saber si te sostienes desde adentro cuando todo se cae a tu alrededor.

Quiero saber si puedes estar solo contigo mismo y si verdaderamente disfrutas de la compañía que mantienes en tus momentos de soledad.

Khalil Gibrán
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Jueves AM

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Señor, ¿a dónde fueron sus sonrisas esta mañana?
El viento nocturno parece habérselas robado.
¿O acaso se fueron con la luna, que también sonreía?
No me contestó, señor, ¿qué trajo las nubes esta mañana?
Está bien, me iré ya. Puede llover tranquilo.
Me embarco en este viaje, me convierto en parte del paisaje.
¿Llegaré alguna vez a la paz de las calles de mi barrio?
Ya puedo ver las casas aún descansando en esta tibia mañana.
Ya huelo sus verdes y flores aguardando la primavera, y el cielo rosado en el horizonte.
Ya oigo el silencio de las calles de mi hogar.
Ya falta poco.
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lunes, 17 de agosto de 2009

Nunca dejo de aprender que...

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Sólo se que nada se!


Sócrates
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viernes, 14 de agosto de 2009

La familia, la propiedad privada y el amor

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El derrumbe de un sueño,
algo hallado pasando,
resultabas ser tú.
Una esponja sin dueño,
un silbido buscando,
resultaba ser yo.

Cuando se hallan dos balas
sobre un campo de guerra
algo debe ocurrir
que prediga el amor
de cabeza hacia el suelo
una nube vendrá
o estampidas de tiempo
los ojos tendrán.
Fue preciso algo siempre
y no fue porque tú
tenías lazos blancos en la piel
tú, tenías precio puesto desde ayer
tú, valías cuatro cuños de la ley
tú, sentada sobre el miedo
de correr.

Una buena muchacha
de casa decente
no puede salir
qué diría la gente
el domingo en la misa
si saben de ti.
Qué dirían los amigos,
los viejos vecinos
que vienen aquí.
Qué dirían las ventanas,
tu madre y su hermana
y todos los siglos de colonialismo español
que no en balde te han hecho cobarde.
Qué diría Dios
sin amas sin la Iglesia y sin la ley,
Dios, a quien ya te entregaste en comunión,
Dios, que hace eternas las almas de los niños
que destrozarán las bombas y el napalm.

El derrumbe de un sueño
algo hallado pasando
resultabas ser tú
Una esponja sin dueño
un silbido buscando,
resultaba ser yo.

Busca amor con anillos
y papeles firmados
y cuando dejes de amar
ten presentes los niños,
no dejes tu esposo,
ni una buena casa,
y si no se resisten,
serruchen los bienes
que tienes derecho también
porque tú
tenías lazos blancos en la piel
tú, tenías precio puesto desde ayer
tú, valías cuatro cuños de la ley
tú, sentada sobre el miedo
de correr.

Silvio Rodríguez, Al final de este viaje.
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Lesson N°1

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Lo más terrible se aprende enseguida
y lo hermoso, nos cuesta la vida.

Silvio Rodríguez, "Canción del elegido", Al final de este viaje.
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